LLEGO EL GRAN DÍA. mariogilberto gonzález. comenta aquí.

Desde mi Balcón

LLEGO EL GRAN DIA…

Mario Gilberto Gonzàlez R.

Maravillosa la idea de que, un día del año, lo dediquemos a reunir a la gran familia de Ex – Alumnos del glorioso INVAL, el Instituto de los eternos valores. Con la seguridad de quien puso un pie en sus aulas, jamás lo olvida.

Y gracias a la tecnología, la familia invalista está unida hoy, allende de las fronteras con los que estamos acá. Desde donde se encuentren nos acompañan y siguen con emoción lo que hacemos cada día y en especial hoy que nos reunimos, para recordar lejanos días de sueños, propósitos, logros y charadas.

El encuentro emociona. Compañeros a quienes dejamos de ver largo tiempo. Catedráticos cargados de años después de una labor fructífera. Ex – Reinas que aun lucen sus encantos que embelezaron a los estudiantes para elegirlas. Sorpresas por los cambios físicos y gozos por los triunfos alcanzados.

En una familia siempre hay acuerdos y desacuerdos. Pero siendo el mismo, el vínculo el que los une, la unidad es la que debe de prevalecer. Y así debe de ser la familia de ex – invalistas. Todos unidos para luchar por una sola causa. Engrandecer al Instituto que nos formó y en lo personal y profesional, en ser su mejor proyección.

Nada de sombras. Nada de obstáculos. El espíritu espartano debe de estar presto para vencerlos.

La vida estudiantil no alcanza su plenitud si le faltan las anécdotas que le ponen la sal y la pimienta a la lucha diaria de enfrentarse a la ciencia. Fría, implacable, demoledora. Y aquella álgebra de Baldor que fue el azote de los estudiantes, que aun teniendo el libro como almohada seguía impenetrable para la mentalidad estudiantil. Que fácil su inicio: A + B = a C. Al cambiar las letras por numeritos, los cielos se cerraban, las aguas se tornaban turbulentas, el viento huracanado, las calles con neblina. Pobre estudiante con el libro bajo el sobaco que terminaba al fin del ciclo escolar con cierto olorcito agrio y la mente queriendo descifrar que A + B = a C.

. He gozado con las anécdotas que los ex alumnos han revivido. .En mis artículos he contado varias, desde las que vivieron los ex – alumnos fundadores. Hoy voy a contarles dos.

Una mañana, los internos entraron en bandada, tomaron el corredor sur del Instituto, a tiempo que voceaban y reclamaban mejoras en la alimentación. Entre las mejoras pedían que les sirvieran huevos en el desayuno.

La respuesta de mis compañeros no se hizo esperar y sacamos un cartel que decía en letras grandes:

A LOS INTERNOS

¡HUEVOS!

SI LES DAN HUEVOS…

La cara de afligidos que tenía el Director, el Inspector General y demás autoridades, se tornó en carcajada que hizo que los ánimos se tranquilizaran, dialogaran y acordaran que a partir del día siguiente, se iban a servir huevos en el desayuno.

La otra sucedió cuando el Instituto estuvo militarizado. La disciplina era severa. No se dejaba pasar nada y el castigo era el plantón de una hora, los arrestos de medio domingo o de una semana.

Mi hermano Julio Alberto estudiaba el sexto grado de primaria, cuando una mañana a instancias de Lagartija Mejía, se fue de capiusa junto con el toro capón Juárez y el Piloy Palencia. Una profesora los pilló y dio la voz de alarma. Por la tarde fueron citados los padres y después de una llamada de atención se los notificó que sus hijos quedaban arrestados a lo largo de una semana. Así que había que llevarles un petate, almohada, ropa de dormir, todos los días los tres tiempos de alimentación y prohibidas las visitas.

Después de cenar, los encerraban en una aula que se abría hasta la mañana siguiente.

Era costumbre que los estudiantes dejaran sus útiles escolares dentro del cajón del pupitre y para seguridad se le colocaba un candado.

Estaban por concluir el arresto cuando una mañana se armó un alboroto frente a la puerta donde cumplían el arresto. No se podía entrar porque un olor nauseabundo lo impedía.

Inmediatamente llegaron las autoridades y al revisar los pupitres, encontraron dentro de uno de los cajones envuelta en una toalla, las necesidades hechas por Lagartija Mejía.

El arresto se prolongó por ocho días más. Al volver a su oficina, don José E. Abril, el recio e inflexible Inspector de la disciplina invalista, le dijo al escribiente don Daniel Morales:

Daniel ¿Sabe lo que hizo Lagartija?

No don Chepe. Sin duda se orinó.

Mal haya Daniel. Lagartija se cagó.

Mario Gilberto González R.

Almería, España. 4 de Septiembre del 2010.