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Con landívar presente en las aulas Instituto de eternos valores

Quien Pone un pie en el INVAL NUNCA LO OLVIDA

martes, 11 de agosto de 2009

BELLISIMA CRÓNICA SOBRE NUESTRO GLORIOSO INVAL, ESCRITA POR EL EXALUMNO DISTINGUIDO MARIO GILBERTO GONZALEZ (Para comentar hace click aquí)

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La Antigua que Vivi
UN ESTABLECIMIENTO EMBLEMATICO
Mario Gilberto González R.
Ex – Cronista de la ciudad
de Antigua Guatemala y
Ex – Alumno Distinguido del
Instituto “Antonio Larrazábal”
A la Promoción “Mario Gilberto González R.” de los Institutos antigüeños
“Olimpia Leal” y“Antonio Larrazábal.
Al profesor Salvador Osberto Guerra y Guerra, con especial cariño por su
permanente colaboración.
A Ernesto Sitamul y a sus compañeros de estudio de la Promoción de 1971.
A la memoria del Lic. Juan Francisco Herrera Muñóz, ex – compañero de
estudios.
En el amplio solar que perteneció a la comunidad dominica y vecino al
colegio Santo Tomás de Aquino, que fue el germen de la Real y Pontificia
Universidad de San Carlos de Borromeo, el gobierno del Lic. Manuel Estrada
Cabrera, en los albores de 1900, mandó a construir un edificio moderno para su
tiempo, que sirvió para impartir a nivel primario, clases y conocimiento de
oficios en la llamada Escuela Practica. Este sistema, fue su gran proyecto
educativo.
Las Escuelas Prácticas fueron creadas por el pedagogo Tomás Stich Bovelli en
noviembre de 1905. Además del grado infantil, la educación primaria se dividió
en dos grandes secciones: la elemental formada por los grados 1º, 2º y 3º. y la
complementaria por 4º., 5º. y 6º grado. Lo de Práctica se debió que se enseñaban
los oficios de la época: sastrería, carpintería, herrería, zapatería, panadería etc.
etc. Al concluir la educación primaria, el alumno estaba capacitado para trabajar
en el oficio que había elegido. Alcancé a conocer a uno de sus Directores en
1914, el profesor don Rafael Rosales y a dos de los obreros maestros que
impartieron sus conocimientos en la Escuela Práctica. Don Ciriaco Orenus,
sastre y don Manuel Roma, herrero.
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Escuela Práctica, Escuela Normal e Instituto
de Antigua Guatemala (1907-1976)
“Instituto de Grandes Valores”
En las cabeceras departamentales se levantaron edificios similares. El de la
ciudad de Antigua Guatemala tuvo como maestro constructor a don José María
Armas, al mando del General de Brigada J. Antonio Aguilar –Jefe Político y
Comandante de Armas del Departamento de Sacatepéquez. También
intervinieron en su construcción, el brigadier don Enrique Haeussler y los
coroneles Juan J. Alvarez y José María Antillón.
El trabajo de albañilería estuvo a cargo de los presos, sin importar su
desconocimiento de ese oficio y “voluntarios” de los municipios de San Antonio
Aguas Calientes, Ciudad Vieja, Sumpango y…El costo fue de 220,000 pesos
plata y se inauguró en un acto solemne, el 21 de noviembre de 1907, es decir hace 102 años.
El edificio estaba orientado hacia el poniente. Consistía en el frente, al lado
norte, las oficinas de la Inspección y sala de profesores. Al sur, la Secretaría y la
oficina del Director. Dos alas con cuatro aulas cada una. A su término se
levantaba, al centro del patio, el salón de actos en forma rectangular que
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extendía a los lados las dos alas con dos aulas y el laboratorio de física al norte y
al sur, dos aulas y una puerta de acceso a la piscina y al patio de recreo.
Al final al lado norte estaban la casa del Director. Al centro el comedor, al sur
el amplio salón que servía de dormitorio para los internos y enfrente el amplio
patio de tierra para el recreo, las clases prácticas de educación física, ejercicios
acrobáticos y a la vez, servía de cancha de fútbol y básquetbol.
En la esquina sur del dormitorio y frente al campo de recreo, levantaban
robustos sus troncos dos frondosos pimientos llorones y una hilera de arbolitos
en todo el derredor.
Al frente tenía sendos jardines. En la esquina norte una fuente y un árbol de
cidra. En la parte exterior, una hilera de pinos altos silbaban en el mes de
noviembre cuando la brisa los batía.
Resguardaba las instalaciones, una baranda formada por columnas con una
base de calicanto y una celosía de ladrillos inclinados. Cada columna remataba
con una maceta con geranios y una puerta de hierro de dos bandas, daba el
acceso y seguridad a las instalaciones.
Los corredores con mosaicos vistosos, debían de permanecer limpios y
lustrosos. Frente a la puerta de la Inspección, colgaba de una moldura de hierro
en el poste que servía de esquinera, la campana que marcaba con exactitud, la
hora de entrada y salida de clases, así también el inicio y término de un
período de clases. Además, llamaba a formación general, para la lectura de la
Orden General del Día o cuando el Director se dirigía a los estudiantes. Bajo la
campana, se cumplieron castigos por llegar tarde, llevar las manos sucias, las
uñas largas, el cuello de la camisa sucio o sin botones, el calzado sin lustrar, no
llevar las tareas, no saber la lección o hablar cuando el profesor impartía su
clase.
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Los corredores estaban cubiertos por una agua de teja sostenida por pilares de
madera sobre basas de piedra. Durante el período de clases, no debía de oírse ni
el aleteo de una mosca y nadie estar en los corredores, porque el rigor de los
estudios, exigía la máxima atención. La disciplina rígida distinguía al plantel y
el Inspector General, no dejaba pasar nada que estuviera reñido con la falta de
atención a los estudios, con la moral, el urbanismo y las buenas costumbres. Su
excelencia académica y el rigor de su disciplina, fueron el sello de su alta
distinción.
Este establecimiento sirvió para la Escuela Práctica, Escuela Normal, Instituto
y Escuela de Comercio, con su Escuela Primaria anexa. Aun siendo Escuela
Normal o Instituto, fue nombrado por las personas de su tiempo, como Escuela
Práctica.
balanceándonos sin control, vimos cómo se grietaban las paredes hacia los
dinteles de las puertas de los salones de clases, las tejas se desprendían en
forma de lluvia, los pilares cedían y la estructura crujía. Lo que fue de pocos
segundos, nos parecía interminable. Cuando pasó, apresurados recogimos
nuestros útiles escolares y despavoridos abandonados el establecimiento, con el
riesgo de que un cascote nos cayera encima. Al salir a la calle, una intensa nube
de polvo la envolvía. Con esa falta de visibilidad y corriendo al centro de la
calle, alcanzamos llegar a casa, pálidos, asesando y tremendamente asustados.
Las clases se suspendieron por un tiempo. Las de la Escuela Primaria se
impartieron, primero al aire libre en los bancos de calicanto de la Alameda de
Santa Rosa. Después pasó al lazareto de la Recolección, mientras que los
estudiantes de secundaria, recibieron sus clases en la casa de las Catalinas, al
pie del arco donde el reloj da la hora con repetición.
Las paredes de todo el edificio, fueron reforzadas por dentro y por fuera, con
gruesas vigas de madera y con esa seguridad, se inició de nuevo la docencia.
Esa estructura soportó hasta el 4 de febrero de 1976, cuando las fuerzas
telúricas de un terremoto, echó por tierra gran parte de su estructura física
hasta dejarla en escombros.
La mañana del viernes 6 de febrero de 1976, en compañía de su Director, el
profesor Félix Cetina, contemplamos con gran sentimiento, nuestro querido
Instituto convertido en un montón de escombros. De inmediato vinieron a mi
mente, los lindos recuerdos de nuestro paso por sus aulas. Los sueños, las
aventuras, los concursos de oratoria en los que participamos con ahinco y que
antaño tuvieron dimensión Centroamericana, la Selección de futbol que tantas
glorias conquistó, la Compañía de Caballeros Alumnos que desfiló con
gallardía y elegancia, los jueves literarios de don Rómulo Caballeros, el Coro
José Lafuente de don José María Vielman España, la elección y coronación de la
Reina Estudiantil, que siempre lo fue de las guapas estudiantes normalistas,
hoy INSOL, los discursos encendidos de los profesores oradores don J. Adrián
Coronado Polanco, don Abrahan Orantes y Orantes y Francisco Palomo
Aragón, los catedráticos, los compañeros de estudio, nuestros primeros tanes
de escritor y periodista con Julio Eduardo Tejeda López, con el periódico mural
de cada semana “Faro de Juventud” que tantas satisfacciones nos dejó y otras
tantas cosas bellas que sus paredes fueron testigos de nuestra inolvidable, fresca
e inquieta juventud. Confieso sin rubor, que cuando vi a mi querido instituto
en escombros, lloré. Horas después, para ser precisos, pasado el mediodía de
ese viernes 6 de febrero, la réplica que fue tan severa como el terremoto
original, terminó por destruir, lo poco que aun había quedado en pie. Un
Establecimiento Emblemático en la docencia antigüeña, de sesenta y nueve años
de sueños y realizaciones, de formación y sólidos conocimientos académicos, de
juegos y aventuras, crisol de la niñez y juventud, rodaron en pocos minutos por
el suelo.
De todo, solo quedó un solar vacío.
Mario Gilberto González R.
Almería, España. Verano del 2009.

NOTA DE LOS ADMINISTRADORES DEL BLOG:
La crónica nos fue enviada por nuestro compañero exalumno Miguel Sitamul Pocón, le agradecemos, y aclaramos que las fotos del terremoto publicadas en la parte inferior, corresponden a la misma. Que orgullo tener como exalumno a alguien como MARIO GILBERTO GONZÁLEZ. ( No cabe la menor duda somos el Instituto de los ETERNOS VALORES).

1 comentario:

  1. Guayo González, 80-82
    Realmente al leer este párrafo lo traslada a uno al edificio del Instituto de los Eternos Valores e imaginarse como eran las instalaciones, ya que cuando comenzamos a estudiar, ya se recibian clases clases en las galeras.
    Gracias a Mario Gilberto González por esta descripción, por las fotos que nos permiten mejor conocer como fué el edificio. Lástima que se perdió este terreno y no continúo funcionando en el mismo terreno, pero eso ya es parte de la historia, ciento seis años que permaneció en ese terreno y veintinueve de funcionar en el nuevo terreno, pero compartido con tres establecimientos más.
    Gllorioso Instituto Normal para Varones Antonio Larrazábal, que has permitido que una gran infinidad de docentes se formen en tus instalaciones, hoy tus discípulos nos volveremos a reunir para compartir entre todos y recordar aquellos gratos recuerdos que nos tocó vivir.
    Recordar a todos los catedráticos que también han pasado en tus instalaciones y muchos de ellos que también se formaron en tí. Gracias INVAL por todo lo que vivimos y que no nos permite olvidarte y te llevamos en nuestro corazón.
    Arriba INVAL te saludamos todos tus discípulos.

    GUAYO GONZALEZ, COORDINADOR DE LA ASOCIACION DE EX ALUMNOS.

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