Mensaje del ex alumno Jaime R. Córdova Palacios, pronunciado
en la ceremonia conmemorativa por el Día del Ex alumno Invalista
Extraordinario Instituto Normal para Varones Antonio Larrazábal, de los Eternos Valores. Los ex alumnos te saludamos y rendimos pleitesía en esta significativa fecha, gradeciéndote INVAL querido, ese profundo calor humano y enseñanza que nos diste, lo cual nos ha permitido abrirnos brechas de esperanza y fortaleza en la vida nacional.
Eres reconocido baluarte educativo a nivel nacional e internacional durante 136 años. Ha regado tu valiosa huella pedagógica por los caminos de la patria, donde nosotros los ex alumnos, aparte de sentirnos orgullosos de haber pasado por tus aulas, tratamos siempre de poner muy en alto tu sagrado nombre.
Cuantos recuerdos están incrustados en nuestros corazones, cuantas gratas vivencias que a veces nos hacen reir, nos entristecen o nos hacen llorar, porque brota el sentimiento profundo de nuestra juventud vivida en aquel vejo pero hermoso caserón de la primera avenida y calle de la Pila del Rubio, destruído por el terremoto.
Permítanme soñar con el INVAL centenario, con su internado lleno de vivencias, camorras, pleitos, capiusas, castigos, tristezas y alegrías; travesuras en clases, la voz de los maestros, con los deportes donde fuimos siempre campeones, con las remachadas en tiempos de exámenes por las calles polvorientas de la aldea cercana, con doña Cruz, madrecita de Guich, de la promoción 1961, asesinado vilmente, donde algunos traviesos evadían el pago de los chuchitos, tostadas, rellenitos, panes con frijol y atoles que degustaban durante los recreos.
Déjenme caminar por las calles empredradas de la antañona Antigua de aquella época, bañadas con alfombras de lila de flor de jacaranda, ciudad histórica con luz ténue, poca gente y escasos vehículos; ver películas en el unico y antiguo cine Imperial, recordar los conciertos de marimba o de banda en el parque los días de salida, los repasos y desfiles o la alegría del Corpus Christy.
Como no recordar cierto miedo por el famoso gringo sin cabeza que, según la leyenda, salía y se escondía en las ruinas de Capuchinas. Déjenme admirar de nuevo, pues, los celajes de colores y esperanza que embellecían esta ciudad dormida Patrimonio de la Humanidad, y la mejestuosidad del volcán de Agua, desde cuyo altura Dios siempre te ha vigilado y protegido.
Los años han pasado, el tiempo se ha ido rapidamente, muchos han partido hacia el cielo celestial y los que quedamos, unos jóvenes y otros viejos, nos palpita el corazón con natural tristeza. Nuestro corazón se ensancha cuando entonamos con voz altiva el tradicional canto de batalla “Esos Muchachos del INVAL”, y las notas sagradas de nuestro himno invalista, grata herencia legada por los recordados profesores Enrique Estrada Sandoval y “Yan” Monzón.
“Al entonar caballeros alumnos del estudio la estrofa sagrada y el ideal de su llama inspirada nuestras mentes de llenen de luz. Con Landívar presente en las aulas instituto de eternos valores tus cimientos erradian fulgores que revisten de estrellas tu faz. Larrazábal vigila en la cima de minerva las manos estrales que sembraron en rudos eriales las semillas de un nuevo saber. Y esculpieron con recios cinceles las columnas de un templo triunfal que de Antigua surgió entre oropeles y hoy es faro de luz inmortal”.
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