Don Arturo Sosa fue un maestro muy querido. Cuando fue mi en la escuela primaria era rígido y estricto. Entonces estábamos militarizados y la disciplina que regía era militar. El 2 de agosto de 1942, era el maestro que cuidada a los estudiantes que cumplían plantón de una hora. Estaba pasando lista cuando los útiles escolares empezaron a bailar. Luego se perdió el equilibro y al mando de firmes, arreció el temblor y junto con él salimos despavoridos a abrazarnos en torno de la estatua del General Barrios, cuyo pedestal sirvió después para el busto de Larrazábal. El Instituto se grieto y fue entonces cuando se reforzó con vigas por dentro y por fuera y así lo derrumbó el terremoto del 4 de febrero del 76.
Cuando se fue a laborar en la Mariano Navarrete, le escribí un poema que aprecio y agradeció. Fue mi profesor en la secundaria y desde el primer día de clases en la primaria, alguien dijo: muchá, al profe le dicen “Hueso”.
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