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Con landívar presente en las aulas Instituto de eternos valores

Quien Pone un pie en el INVAL NUNCA LO OLVIDA

jueves, 24 de septiembre de 2009

DESDE ALMERÍA, ESPAÑA, MARIO GILBERTO NOS REMONTA A LOS EXAMENES DE UN EPOCA GLORIOSA.

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La Antigua que Viví
PREPARACION DE LOS EXAMENES FINALES
Mario Gilberto González R.
“Pericula semet repeti possunt”
Los exámenes solo pueden ser
repetidos una vez.
A la memoria de mis compañeros de estudio, Julio Eduardo
Tejeda López y Rodolfo González Mazariegos, que como yo,
éramos jóvenes soñadores.
Una vez terminada la última clase en el Instituto antigüeño, se iniciaba la
preparación de los exámenes finales.
Esa preparación debía de superar el rigor de los estudios, que fue timbre
de orgullo y distinción del glorioso instituto de los valores eternos.
Los estudiantes internos, vestían informal y ocupaban las instalaciones
del Instituto: aulas, corredores, el patio de recreo y ejercicios físicos.
Los estudiantes externos –en cambio- nos adueñábamos de las calles, de
las ruinas, algún atrio como el de la Merced, las tres alamedas, –Santa
Rosa, Santa Lucía y el Calvario. Vestíamos también informal.
San Bernardino de Siena –franciscano- propuso a los estudiantes, siete
reglas para ayudarlos a ser “hombres de provecho.”
En la Tercera Regla, recomienda que “la mente del estudiante requiere un
vacío de silencio a su alrededor, para que pueda mantenerse tranquila y
limpia.”
Tal parece que esa regla fue creada ex profeso para los estudiantes
antigüeños, porque la ciudad de Antigua Guatemala, ofrecía ese vacío de
silencio y daba la tranquilidad y la limpieza necesaria.
2
Las silenciosas calles de la ciudad de Antigua Guatemala
Toda la ciudad era tranquila. A media mañana, era fácil escuchar el golpe
del martillo sobre el yunque a varias cuadras de distancia. Por sus calles
transitaba uno que otro peatón y también, uno que otro vehículo. Las ruinas
ofrecían sus encantos, sus naves y sus sacristías vacías. Los conventos y
monasterios, sus librerías sin anaqueles ni libros, corredores y patios
ornamentados por una fuente sin el chasquido del agua y en sus muros
enraizada la bugambilia en explosión de fuego. Las alamedas daban una
sombra maravillosa con una alfombra de hojas caídas que crujían al
pisarlas. Todo era propicio para ofrecer ese vacío de silencio, tan necesario
para concentrarse en el estudio, para la repetición a viva voz y sobre todo,
para la meditación.
Antigua toda, se tornaba en una inmensa sala de estudio. Cada quien
aplicaba su método. Individual o en grupos. En silencio o a viva voz.
En lo individual, se buscaba el mejor sitio. Los corredores de los
claustros de conventos y monasterios. Una vieja sacristía, la amplia sala de
una librería, un recodo acogedor, las escalinatas de un derruido caracol, lo
alto de un viejo campanario o las largas, tranquilas y silenciosas calles.
El grupo se formaba por tres estudiantes. El del centro leía el libro o los
apuntes de clase y los que iban a los lados, escuchaban. Se hacían
preguntas entre sí y a intervalos se turnaban en la lectura. Esos grupos era
frecuente verlos ir y volver a lo largo de las frondosas alamedas. Las de
Santa Rosa y el Calvario, ofrecían además, sus bancos de calicanto.
Lo alejado del mundanal ruido y estar escondida entre cafetos y gravileas,
hacía que las ruinas de la Santa Cruz, fueran un sitio ideal para la
concentración del estudio y hacer suya, las tres fases de la columna
vertebral de la memoria: Registrar, Retener y Recordar, no sólo para los
exámenes finales sino para toda la vida. Los pajaritos ponían la música y
las mariposas el color.
3
El gran sabio Leonardo Da Vinci, dijo a los jóvenes “Adquiere en tu
juventud, los mayores conocimientos, si quieres restaurar los daños de tu
vejez…y si ésta ha de tener como alimento la sabiduría, nutre tu juventud,
con las mejores cosas.”
El volcán de Agua, visto bajo el Arco de Santa Catalina
En ese ambiente propicio para el estudio, el estudiante invalista estaba en
capacidad de aplicar la regla del EPL2R Estudia, pregunta, lee, repite y
recordarás.
Entre sus encantos, la ciudad de Antigua Guatemala, ofrece en todas sus
calles hacia el sur, la imponente y serena mole de su Volcán de Agua,
como una invitación permanente de ascensión. Esa invitación es para que
los jóvenes sepan que el tiempo no es de ellos y por lo tanto lo tienen que
aprovechar. Se asciende en la medida que se afianza el estudio y los
sueños. Los proyectos y las aspiraciones, se logran o no, según el interés y
el esfuerzo que se haga o se malogran si domina la negligencia.
Para cualquier vecino, el volcán de Agua pasa inadvertido, por costumbre
de verlo cada día, pero para un estudiante, del glorioso Instituto de los
valores eternos, que lucha por superarse y son tantas las aspiraciones que lo
impulsan a poseer una sólida formación académica, el volcán de Agua es
un símbolo.
Cuando se va por una de esas calles con el libro de texto o los apuntes de
clases, la mirada al frente del estudiante, se eleva hasta confundirse con el
azul del cielo y al contemplar imponente el cono del volcán de Agua, con
emoción, suelta esta invocación:
“Señor, yo quiero ser como ese monte,
que yergue su granítica firmeza
en alta inspiración al infinito.
Rompe mi laxitud y cobardía
y hazme rico y tenaz. Y deja erguirme
4
frente al pavor de las tormentas borrascosas
y el hosco vendaval, como esa mole
rotunda voluntad petrificada
en un impulso de ascensión.”
Mario Gilberto González R.
Almería, España. Otoño del 2009-

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