LA MUERTE DA LECCIONES DE VIDA…
Ángel Arturo González Castañeda
Este inicio de semana ha sido particularmente triste. El duelo se ha impuesto en numerosos hogares, ya que tres respetables y muy conocidas señoras han muerto. Hago abstracción de sus nombres, ya que esta no es una nota necrológica ni resumen anecdótico alguno. La muerte es algo muy serio, muy trascendental. Por lo mismo, inmerso en el ámbito pesaroso en que me encuentro, vuelvo a la confortante soledad y pienso que por paradójico que resulte la expresión, la muerte da lecciones de vida. O, al menos en mi caso, me resulta necesario y hasta inevitable aprender sus enseñanzas.
A lo largo de nuestra vida hemos experimentado en numerosas ocasiones la que usualmente se denomina "separación física" de familiares, amigos y personas que, más o menos distantes en el trato, han integrado nuestra red de relaciones humanas. Las circunstancias de esa separación llegan a ser de una variedad impresionante. Una larga enfermedad, un accidente, un asesinato, un suicidio, una catástrofe natural... Sin distingo de edad, origen y un largo etcétera... La muerte llega. Para unos es un tránsito desde la vida consciente. Para otros es un colapso que ocurre en condiciones aparentemente inconscientes. Quién sabe...
Lo cierto es que hemos experimentado hasta el día de hoy la fatalidad de los demás y, a reserva del cuándo, dónde y cómo que corresponda a nuestra propia muerte, no nos queda sino vivir las instancias y las incidencias de ese suceso connatural. Connatural, ya que constituye una dimensión de esa dualidad inextricable que conforma de una manera dialéctica nuestra naturaleza. Vida es lo opuesto a muerte..., muerte es la negación o inexistencia de la vida... Sin embargo, radica en nuestro ser esa presencia o ausencia. Nuestra naturaleza es vida o muerte. Vivimos pero también morimos. Estamos vivos o estamos muertos.
Pero lo más dramático, la esencia de lo fatal, es que sólo estamos vivos podemos tener noción de la vida y atrevernos a tener noción de la muerte. Mientras que muertos, desde esta dimensión de la vida, no podemos concluir nada ni sobre la vida ni sobre la muerte. Un día viviremos ese trance pero jamás podremos dar testimonio de él desde ese más allá de la muerte que para la gente de fe es vida eterna y resurrección, y para otros es reintegro de un fluido de energía o un fluido espiritual a ese que se supone un gran fluido de energía o de espiritualidad universal, inconmensurable y eterna, desde el que ocurre alguna regeneración, pero en una posibilidad absolutamente misteriosa. Es decir, la vida sólo nos compete desde la dimensión terrena de nuestra vida, mientras que la noción de lo que pueda "ser" u "ocurrir" después de la muerte sólo se ha asumido humanamente desde la dimensión de la fe y el dogma...
En alguna oportunidad consulté con un amigo psicoanalista acerca de los fenómenos conocidos corrientemente como apariciones, sueños, voces y demás, que no corresponden a las condiciones de la vida material, y me confirmó sin reserva alguna que eran "formas de la realidad". Experiencias de una "realidad" en otra dimensión...? En todo esto soy por el momento escéptico, aunque me agradaría creer en algo más que la ciencia y el milagro...
El solo hecho de reflexionar sobre el "suceso" de la muerte, ante la inevitable eventualidad de la nuestra, debe llevarnos a revisar el significado de la muerte en nuestra dimensión vital. Es decir, cómo asumimos desde la circunstancia de nuestra vida, siempre en "riesgo" de muerte, lo que esta significa como negación terrenalmente absoluta de la vida tal cual la ejercitamos desde la conciencia, desde la fisiología, desde la historia, desde la genética... El análisis profundo es arriesgado, pues podemos llegar al extremo de negar, en vida, el por qué de la vida misma. Ejemplos hay incontables a lo largo de la historia en cuanto a posiciones ideológicas o religiosas. Hay sistemas de fe que explican la vida terrena como un ejercicio de "desprendimiento" de todo lo que significa esa vida, para llegar a la muerte y alcanzar con ella la "liberación" de "la carne", para lograr el reencuentro con la divinidad, fuente de la vida.
La muerte, pues, da lecciones de vida, en el entendido que nos hace comprender mejor lo que pueda significar nuestra existencia terrena, con todos sus apegos, pertenencias, expectativas, posibilidades e imposibilidades...
Hace tiempo vimos una mujer enferma y lastimera. Hace dos días la hemos visto postrada en los espasmos de la agonía. Ayer supimos de su muerte y la hemos contemplado en la rigidez de su naturaleza sin vida. Hoy hemos vuelto de su enterramiento. El tema de fondo no es el dolor, la ausencia y la incógnita sobre la fuga de lo vital. El tema es nuestra actitud ante la muerte, desde la perspectiva de nuestra vida, y ante la inexorable experiencia personal de la muerte.
La solución inteligente es reconsiderar los atributos conferidos a elementos de la vida terrena, tanto en lo que respecta a valores, principios, actitudes y comportamientos, y cuestionarlos en su significación intrínseca y coyuntural frente a la muerte, que constituye el final de todo lo que pueda ser relevante para la vida terrena.
Todos los seres humanos moriremos. Todo cuanto haya sido implementación de nuestra vida terrena quedará absolutamente relegado o "des-significado" ante lo fatal. De qué, pues, podrá sernos útil todo cuanto sea de naturaleza terrena ante lo que sea o pueda ser la vida después de la muerte...? Puedo suponer que al asumir a la muerte como final de la vida terrena debe incidir en modificaciones de conducta en la vida cotidiana. Ante la negación de la vida, que es la muerte, dónde queda la ambición, la envidia, la codicia, la riqueza, la falsedad... Puedo suponer que después de una o dos respuestas a estos cuestionamientos, en algo puede cambiar el sentido de nuestra vida. No podemos ser los mismos, aferrados a valores y prácticas, frente a la pérdida de la vida... Debe haber un cambio profundo en la concepción de la vida y concomitantemente de la muerte.
Todos moriremos y nunca sabremos en esta vida, qué hay después de la muerte. Aquí no caben astrologías, ni dogmas... Qué hacer, sabiendo que vivimos y un día moriremos...?
La Antigua Guatemala, 12 de enero del 2009
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