MARIO GILBERTO GONZALEZ R.
MARIA DEL CARMEN CAMPOS DE GONZALEZ
HIJOS Y NIETAS
Saludan a usted y familia en la fiesta navideña y le desean que el año que viene, sea mejor que el que se va, con abundantes bendiciones de Papá Dios.
Niñito Jesús del Santo Hermano Pedro, con el
El evangelista San Lucas, disfruta cuando refiere con magistral encanto, la Buena Nueva de aquella noche, cuando la aldea de Belén se iluminó con el fulgor de una estrella.
Asombro para todos. Nunca un astro había brillado tanto que la noche se volvió día. Y el asombro fue más aun, cuando en el firmamento se empezaron a escuchar cánticos y la música de trompetas en expresión de júbilo. Raudos se cruzaban de un extremo al otro, los ángeles y los serafines y con dulces voces repetían un mensaje hasta entonces, también desconocido: “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad.”.
En una gruta sucia y abandonada, dos peregrinos humildes se alojaban y se guarecían del intenso frío con el calor de un buey y una mula. En la ciudad no hubo alojamiento para ellos, por estar ocupados todos los refugios y porque no tenían suficientes monedas para pagarse un digno alojamiento.
Y fue precisamente, en ese sitio y en esas circunstancias donde surgió el prodigio de la noche: el nacimiento de Aquel, a quien el Angel Gabriel anunció a María en una fría tarde de asombro y de misterio.
Resalta el evangelista que aquel Niño, se abajó y levantó su tienda entre nosotros.
Su madre, una encantadora niña, bella, pura, humilde y sencilla, cubrió su tierno cuerpo con burdos paños porque a pesar de su linaje y realeza, para El no hubo telas finas de Egipto ni colchas de Damasco. Por cuna tuvo un pesebre con sobras de paja y por colcha, los mantos raídos de sus padres.
María que era su nombre, acariciaba al recién nacido, con delicada ternura maternal y San José su padre, lo contemplaba con sombro.
Cuenta también el Evangelista que aquella noche, los pastores vigilaban su rebaño y de pronto vieron que el fuego de sus fogatas de atizaba sin que azotara viento. Asombrados escucharon dulces voces que venían de lo alto y a lo lejos vieron el resplandor que iluminaba la aldea de Belén. Lleno de luz, apareció frente a ellos el Angel del Señor que les anunció la Buena Nueva: “Hoy –les dijo- ha nacido para ustedes en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo Señor, Hallaréis a un niño recién nacido envuelto en pañales y recostado en un pesebre…” y los invitó para que fueran a la gruta de Belén. En viendo al Niño, como lo describió el Angel, quedaron asombrados de su belleza y confundidos de que un misterioso sentimiento de atracción los envolvía. Se cuenta que un agreste pastor soltó un elocuente discurso, las ovejas balaron y la luz de la estrella, se.
Dichosa la casa, que alberga este día,
tornó más refulgente. ¿Qué misterio escondía ese Niño, que era diferente a los demás? Se preguntaban los pastores.
Que esa luz que alumbró a la aldea de Belén, aquella noche maravillosa, alumbre vuestro hogar la noche de Noche Buena y permitáis que el Niño Dios, en lugar de nacer en un pesebre, nazca en vuestro corazón.
Almería, España. Navidad del 2009.
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