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lunes, 20 de abril de 2015

DESDE ALMERÍA, ESPAÑA......A LA MEMORIA DE MARCELO GAYTÁN SÁNCHEZ.

IN MEMORIAM

                                      J. MARCELO GAYTAN SANCHEZ

                                                                                          Mario Gilberto González R.


   En la vida hay recuerdos imborrables,  que afloran cuando alguien de nuestro afecto, emprende su viaje sin retorno.
   La campana mayor de San Francisco, ha roto el silencio para anunciar el corte de la vida terrenal y el inicio de otra eterna, para J. Marcelo Gaytán Sánchez.
  A pesar que sabemos y lo repetimos a menudo, de que nuestro paso por la vida es finito, nos aferramos a ella por el vínculo del afecto, que nos unió. Más aun, si ese afecto viene desde la inocente y juguetona niñez, donde la vida discurre entre pétalos de rosa.
  La columna de la vida se ha roto. Tan profundo es el dolor que aflora en lágrimas y suspiros y la corona de frescas flores, rueda por los suelos a marchitarse y solo nos deja la palidez de sus colores. El vacío que deja quien se va, permite que de inmediato nos arrope la soledad.
 Cuando cursaba los últimos años de la secundaria, Marcelo y sus compañeros de estudio,  publicaron el periódico impreso “Pensamiento y Lucha” y nosotros en la final de la educación  primaria, el periódico, también impreso “El Compañero”. Envalentados los de Pensamiento y Lucha, nos vieron con desdén y nos llamaron “chusma”. Lo que desconocían ellos, era que la plazuela de las Capuchinas, era una plaza maravillosa para emplazar nuestras piezas de artillería intelectual y que contábamos con unos artilleros certeros. Y fuimos tan eficaces que claudicaron y su trato fue –desde entonces- alumnos de la Escuela Primaria.
   Una mañana iba feliz para cruzar por primera vez, la puerta del glorioso INVAG e iniciar mis estudios de magisterio. Marcelo y Luis Rodolfo Escobar Méndez –alias papalina- me tomaron del brazo y me lanzaron a la piscina para bautizarme como nuevo invaglista.
   Mi pantalón blanco impecable, rozó el fondo de la piscina  y su mancha fue entre verde y siena. El desagrado se tornó alegría cuando confirmé que fui bautizado como un alumno más, del glorioso Instituto.
   Al correr de la vida, nos encontramos en diversas actividades, educativas, culturales y religiosas.
  Los concursos de oratoria que organizaba el INVAG, en el patio de La Normal para Señoritas, nos puso a prueba en el buen decir con exposición de ideas y modulación de la voz. Unas veces, nosotros escogíamos el tema. En otros era dado por el profesor y el final se sorteaba. Una copa sobre la cátedra, contenía los papelitos de las sorpresas.
   La improvisación nos dio, la solidez del buen decir, de saber expresar las ideas,  de modular la voz y el comportamiento del cuerpo para darle firmeza a lo que se quería expresar.
  A pesar de la diferencia de edad, fuimos alumnos de egregios maestros que formaron
 Académicos que destacaron en las diversas actividades de la vida. Profesores: José Maria Vielman España, (de riquísima cultura y solidez académica); Abelino Ponce Sierra, (puntual con exigente rectitud); Hermógenes González Mejía, (sereno y tranquilo cuando casi jugueteaba con las ecuaciones, que fueron un tormento para los estudiantes de entonces);  Francisco Palomo Aragón, (el enamorado de su Antigua Guatemala que, con gala de orador, la exaltaba.);  Arturo Sosa, (moralista y formador de la vida volitiva); Abrahám Orantes y Orantes (de amplio conocimiento en diversas disciplinas docentes y culturales) sin faltar el catedrático de catedráticos J. Adrián Coronado Polanco. Insigne maestro de amplia cultura y que no hay estudiante de entonces que le olvide.
  Don Adrián fue una enciclopedia con quien se podía conversar de cualquier tema y fue también, dueño de una mente amplia, limpia y riquísima en conocimientos.
  Eran unas joyas del conocimiento y aprendizaje         que le dieron prestigio al Instituto antigüeño y fueron, a la vez, un regalo invalorable para los alumnos.
  También fuimos súbditos del Rey de la Disciplina que reinó y distinguió al instituto antiguëño. El Capitán don José E. Abril, tenía una vista y un olfato activo para detectar cualquier anomalía, que de inmediato estaba presente. A don José no se le colaba un mosquito porque era muy fina la trama del cedazo. Su exigencia era que un estudiante del Instituto antigüeño, fuera desde el inicio una persona aseada de su cuerpo. Revisaba el cabello. Las orejas. Las uñas, las manos y sobre todo el calzado que debía de llevarse lustroso. De cada una de ellas, quedan emotivas anécdotas.
  El estudiante invaglista debía de ser un caballero y demostrarlo con el trato y comportamiento en la calle y en las reuniones sociales. Con mayor elegancia con las señoritas y más aun, si una de ellas alteraba el ritmo cardíaco. La formación de un hombre, fue siempre, un anhelo del Capitán Abril.       
  Con Miguel Angel Ordoñez, tuvieron diversas representaciones de teatro cuyo libreto lo escribía Ordoñez. Una fase muy importante porque el teatro y el periodismo, fueron otras ramas del saber humano que se practicaron en la vida estudiantil.
  La práctica de la oratoria, le regaló a Marcelo, la facilidad de la expresión en actividades públicas. Por muchos años fue el locutor del programa de marimba,  de una a dos de la tarde en Radio Panamericana y nosotros, los entonces estudiantes del INVAG, por nada lo perdíamos, mientras esperábamos el retorno al Instituto, y nos deleitábamos con el paso coqueto de de las normas, que son las flores del jardín afectivo de los invalglistas.
  Fue un activo directivo en la Hermandad de la Escuela de Cristo, donde muchas de sus ideas se realizaron con éxito y por ultimo nos encontramos en las aulas del INCA, donde fue un profesor muy capacitado y muy querido por sus alumnas.
  El Instituto Normal para Varones, hoy Antonio Larrazábal, reconoció su labor en la vida pública. Lo hizo su Ex Alumno Distinguido y le otorgó la Orden Antonio Larrazábal.
   Compartimos muchas actividades que afianzaron nuestra amistad, que se suspendió cuando salí de Guatemala hace más de treinta años, pero en nada se alteró, sino siguió tan fuerte como se inició en los preciosos días de la niñez, en la plazuela mercedaria, donde cada tarde nos reuníamos “los chirices” de entonces a distraernos con juegos de nuestra invención, a contarnos nuestras travesuras y a vislumbrar lo queríamos ser de mayores.
   Ahora todo es silencio. Todo es un recuerdo sin retorno Una columna se ha roto. Cuatro velas alumbran el nuevo camino hacia la eternidad. La campana cuando tañe aumenta nuestro dolor  y nuestro sentimiento llora la partida de un amigo.


Almería, España. 17 de abril del 2015.- 

1 comentario:

  1. luisa fernanda gaytan14 de junio de 2015, 14:36

    Muchas gracias x esas palabras...mi abuelo fue un gran hombre.

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