Almería, España. 12 de Noviembre del 2011.-
Apreciado profesor Raúl Eduardo:
Al ver en su blog la fotografía de la profesora María Matilde Méndez de Aguilar, al momento de recibir el reconocimiento de la Coordinadora de Ex – Alumnos Invalistas por sus servicios de bibliotecaria, me trajo a la mente muy gratos recuerdos.
Cuando inicié mis estudios de magisterio, el Instituto antigüeño carecía de Biblioteca. Nuestros padres hicieron verdaderos milagros para que no nos faltaran los libros de texto solicitados por el profesor. La costumbre era heredar los libros del hermano mayor o en su caso, conformarse con que fueran de segunda mano. Los fondos bibliográficos de la Biblioteca Popular eran muy pobres y en cuanto a temas de educación, carecía totalmente de ellos.
A la mitad de la carrera, el gobierno del Dr. Juan José Arévalo, por medio del Ministerio de Educación, donó una buena cantidad de libros modernos con temas propios de la carrera y de literatura para cultura general. Libros de editoriales de renombre: Fondo de Cultura Económica, Kapelusz, Losada, Espasa-Calpe, Austral, González–Porto, Porrúa y Aguilar –entre otras- con sus colecciones de obras completas delicadamente empastadas. Así nació la Biblioteca Máximo Soto Hall, quien en esos días había sido inhumado en el Cementerio San Lázaro procedente de Buenos Aires Argentina. Su esposa doña Enmy de Soto Hall lo acompañó y el profesor don Abrahán Orantes y Orantes dijo una elocuente oración fúnebre.
Su apertura fue un banquete para los estudiantes deseosos de fortalecer y enriquecer sus conocimientos. Un regalo invalorable en la vida estudiantil. En lo particular, la disfruté de maravilla y hasta mi madre la gozó, cuando en las tardes le leía el Kempis que tanto fortaleció su espíritu. Ya no tuve que invertir en libros, los diez centavos que mis padres me daban cada semana para mis golosinas. Por turnos, los alumnos fuimos sus encargados.
A finales de la década del cincuenta, cuando fui Jefe de Bibliotecas Escolares e Infantiles de la Biblioteca Nacional , con los empleados, Olga Hernández Andrade, María Teresa Campos Quintana, Enrique Polonsky Célcer y yo, organizamos los fondos bibliográficos de acuerdo con las técnicas bibliotecarias de entonces. Los libros fueron catalogados y clasificados según su materia. Se organizó un fichero alfabético por autor, título y materia para consulta de los lectores y procuramos dotarla con la plaza de un profesor bibliotecario que fuera su encargado. Desde Entonces, la Biblioteca Máximo Soto Hall tiene su propio bibliotecario.
Celebrábamos la graduación tardía de maestros de segunda enseñanza de varios ex –invalistas. En la sala había invitados y familiares. Con el ánimo de impresionar, se contaron hazañas de superioridad en los estudios universitarios y en los exámenes que sorprendieron a los propios maestros. Volvieron a tomar vida las hazañas vividas en el glorioso Instituto antigüeño y el aporte de la biblioteca Máximo Soto Hall. Alguien recordó que fui su encargado. De pronto con voz fuerte para ser escuchada por los presentes, se dirigió a mi y me dijo: “A propósito Mariogilberto ¿Con cuantos libros te quedaste?
Se hizo un silencio y los asistentes me vieron de inmediato, en espera de mi respuesta Con serenidad puse el vaso sobre una mesa. Me acomodé en la silla, cruce la pierna y con solemnidad le respondí: “Con todos los libros. Solo que en la cabeza”
Los asistentes dibujaron una sonrisa y el preguntón burlado, abandonó la sala.
Felicitaciones a la Coordinadora de Ex – Alumnos Invalistas por esa distinción a la profesora Matilde Méndez de Aguilar y a otros distinguidos ex – catedráticos que lo tienen merecido.
Cordialmente
Mariogilberto.